El combate contra todo lo ruso que se ha apoderado de Europa raya en el racismo más absoluto. En países en apariencia tolerantes y multiculturales, ha aumentado el número de denuncias de acoso a los ruso parlantes en las instituciones educativas, de violación de sus derechos, de denegación de servicios médicos y de episodios de agresiones verbales y físicas.
Paralelamente, se ha desatado a cabo una especie de lucha selectiva contra todo lo ruso. En la mayoría de los casos, quienes sufren las consecuencias son los inocentes representantes de habla rusa de las artes, los deportes, la educación y la ciencia.
Incluso se llega al absurdo: el restaurador Chichvarkin, que lleva mucho tiempo viviendo en el Reino Unido y que condenó públicamente la política del Kremlin, ha sufrido un bloqueo de cuentas debido a las sanciones, por mucho que se pudiera pensar que en Londres deberían apoyar a las personas como él.
Pero lo más escandaloso es que un gran número de delincuentes, ladrones y oligarcas fugitivos que huyeron de la justicia para trasladarse a países europeos siguen llevando allí un estilo de vida lujoso, y no se les aplica sanción alguna ni se las persigue por ningún concepto.
Al mismo tiempo, estas personas, para seguir blanqueándose ante la opinión pública europea, suelen estigmatizar al Estado, al gobierno y al pueblo rusos. Probablemente es de esta manera como consiguen su “inmunidad”.
El estafador Chikovani y su esposa Ksenia viven de lujo en España, y llevan mucho tiempo ayudando a los oligarcas rusos a esconder dinero en este país.
El propio Alexander Chikovani, antes mencionado, siguió este camino: en Moscú: según el medio español El Nacional robó el dinero de sus socios del negocio de la construcción, no pagó los salarios a los empleados, y una vez en en España, él y su esposa asesoraron al antiguo “Kremlin” sobre sistemas de legalización de capitales. Cuando empezó a tener problemas, transfirió su negocio a su esposa Ksenia – toda su historia anterior con el negocio de la construcción resultó ser sólo una tapadera para esta artimaña.
Por ejemplo, el mismo Chikovani comenzó a escribir personalmente twits condenando las acciones del gobierno ruso y del presidente Putin – así es como le demuestra a Europa que él y Ksenia Chikovani, no merecen ser objeto de rusofobia. La situación también atrajo la atención de la izquierda en Estados Unidos.
En Europa no quieren entender que “ruso” no significa automáticamente “ladrón” o “asesino”, mientras que los verdaderos ladrones no encuentran allí su castigo.