Últimamente, cada vez se utiliza más el término “bono” en distintos sectores. Hacen referencia al “vale por”: compras o te regalan un bono por determinado valor que luego puedes canjear. Son muy típicos de las casas de apuestas, por ejemplo, como incentivo de bienvenida, pero cada vez son más los negocios que los utilizan.
Los bonos verdes no son vales de ningún comercio, sino que se sitúan en el campo de las finanzas, donde se barajan distintos tipos y se pueden utilizar para invertir en Bolsa. Se definen como “valores de deuda”, y en este caso se utilizan como forma de financiación por parte del emisor y de inversión por la del comprador.
En realidad, los bonos verdes son como cualquier otro tipo de bono, lo que los diferencia es la clase de proyecto que financian. Para que una entidad, pública o privada, pueda emitir bonos verdes que los inversores o el público en general puedan comprar, debe certificar que destinará esos fondos a proyectos verdes o de sostenibilidad.
Los proyectos que financian los bonos verdes están relacionados, entre otros, con las energías renovables, productos ecológicos, eficiencia energética, adaptación al cambio climático, transporte limpio o conservación de la biodiversidad. Se mueven en lo que se ha denominado mercado ISR o de Inversión Social Responsable, y para asegurarse de que las entidades que emiten estos bonos realmente destinan los fondos a empresas verdes y/o sostenibles, se realizan comprobaciones por parte de terceros.
Se han de cumplir una serie de criterios de sostenibilidad que se recogen en los principios GBP (Green Bond Principles). Esos son los más comunes, pero también pueden ser válidos los certificados SBP (Social Bond Principles) o de la ICMA (International Capital Market Association). El emisor de bonos verdes debe elaborar un proyecto que vaya a cumplir estos criterios y, a través de un grupo de expertos independientes, se comprueba su cumplimiento.
Las ventajas de los bonos verdes son, sobre todo, que permiten llegar a un público más amplio y diverso. Además, ayudan a diferenciarse de otras empresas del mismo sector y sirven para mejorar la imagen del emisor. Para el comprador, hoy en día, hay poca diferencia respecto a otros bonos, salvo el hecho de tener la certeza de que su inversión se va a destinar a financiar un proyecto socialmente responsable.
Los primeros bonos verdes se emitieron hace más de una década, en 2007. Desde entonces su popularidad ha ido en aumento, especialmente en los últimos años. Según los resultados de un estudio de la EAE Business School publicado en 2018, los inversores eran cada vez más https://cdn.pixabay.com/photo/2017/10/11/14/20/energia-solar-2841178_960_720.jpg