Hay cuestiones en las que la mayor parte de las personas no reparan, ese puede ser el caso de cómo mantener la misma coloración en los alimentos y las bebidas, o, cuando, por ejemplo, se pinta parte de la carrocería de un coche por arañazos o desperfectos. Puede resultar curioso que, sin pertenecer al mismo lote, la coloración se mantenga intacta, y eso se consigue gracias a aparatos como el colorímetro.
Hay una gran parte de la industria alimentaria y de bebidas que tienen un especial interés en que sus productos tengan una homogeneidad en el color. Sin embargo, lote a lote, a pesar de que se utilice la misma técnica, cabe la posibilidad que, por factores determinados, no se consiga esa uniformidad o que se necesite una corrección. En este sentido, existen aparatos específicos para ello, concretamente, gracias a la tecnología aplicada a la transmisión o irradiación de luz, se puede saber con total exactitud la gama concreta o el matiz específico que se requiere para mantener ese orden cromático.
Para alcanzar ese objetivo, se cuenta con el colorímetro, que está basado en un aparato que es capaz de realizar una identificación concreta de una superficie, y determinar el color y el matiz del mismo para obtener un resultado objetivo. Por regla general, esos colorímetros intentan medir el color de cada elemento con una perspectiva de ojo humano, es decir, basado en la capacidad de distinguir matices y colores que poseen las personas.
Así pues, gracias a la colorimetría, es posible determinar concretamente el matiz que se quiere aplicar en cada superficie, o el color que debe poseer algún elemento, como los de alimentación y las bebidas, tal y como se ha expuesto con anterioridad. En este sentido, se puede añadir la afirmación de que cualquier elemento que tenga como fin cuantificar el color según su luz, longitud y pureza, tiene en su haber aspectos puramente colorimétricos.
Con el colorímetro, por tanto, lo que se consigue es cuantificar, datar y determinar, a través de una medición física del color, el matiz concreto, para utilizarlo en la aplicación que corresponda en cada caso.
La ingeniería al servicio del análisis
Las soluciones que ha resuelto la ingeniería con la aplicación de la más alta tecnología es una de las tareas principales de los expertos que trabajan bajo sus fórmulas y principios. En ese sector, hace casi veinte años, aparece PSA Ingenieros, una compañía con dilatada experiencia que atiende, principalmente, al suministro de analizadores en los procesos industriales, así como de emisiones medioambientales, dentro del ámbito de la energía, la industria de los alimentos o la farmacéutica, entre otros.
En cuanto a la colorimetría se refiere, gracias al desarrollo de técnicas y a dichos aparatos, este grupo de expertos puede obtener colorímetros avanzados que pueden ayudar a las empresas para conseguir sus objetivos.
¿Cómo funciona un colorímetro?
Pues, principalmente utiliza una metodología de medición de doble haz, eso posibilita, a la misma vez, obtener datos de la luz atenuada que atraviesa la superficie sometida a la prueba, así como la que emite la lámpara.
Gracias a esta doble medición, es posible reconducir la horquilla de error que pueden alterar los resultados, como el que puede provocar el envejecimiento de la lámpara, así como los propios cambios que puedan producirse en el parámetro de la temperatura.
Las aplicaciones más comunes del colorímetro
Es obvio, pues, que el color es fundamental, la identificación que suelen hacer los consumidores respecto al color es una asociación que sirve a las empresas para que forme parte de su marca personal. Porque la memoria suele hacer relaciones de identidad con los elementos y su color asociado.
Gracias a ello, se ha hecho necesario que la ingeniería deposite parte de su atención en dotar de herramientas y elementos que midan el color, lo identifiquen y se pueda ser capaz de extraer los matices exactos, para crear uniformidad y sentido, enfocados en la identificación.
Es por todas esas razones que los colorímetros se usan para, entre otras cuestiones, mantener el matiz y el color de alimentos y las bebidas, como pueden ser la cerveza, el azúcar o el agua. El mismo caso ocurre con elementos químicos, como son los hidrocarburos.
En definitiva, gracias a la colorimetría es posible mantener los matices intactos, dar aplicación de color de manera concreta a los productos, y hacer que los colores formen parte de la identidad de los elementos.